sábado, 29 de septiembre de 2012

Capítulo 24

Se acercan al estanque en el que Katniss intenta curar sus quemaduras tosiendo y gritando a voces, orgullosos de haberla encontrado por fin. La chica del 4 esta vez se ha unido a la expedición de caza, ya que ahora el chico del 3 se encarga de vigilar las provisiones, a pesar de que cuentan con la protección de las minas.
Cuando Katniss los oye llegar, se levanta como puede y corre hacia un árbol al que poder trepar. Consigue llegar a una altura de unos seis metros ,a pesar de sus heridas y el dolor que delata su rostro cada vez que estas rozan la madera del tronco, justo cuando los profesionales llegan al pie del árbol.
Peeta se ha quedado atrás. Mira alternativamente a Katniss y a la manada con una expresión de autentico terror.
Alguien llama a la puerta y yo me levanto de un salto y corro a ver quién es. Cuando abro y miro al exterior, veo que se trata de Prim. Lleva su rubio cabello recogido en dos largas trenzas que le caen hasta la altura de los hombros. Me mira, indefensa.
-Mi madre ha salido y ahora no está en casa...
Yo asiento y le señalo con una mano el interior de la casa, a la que entra con paso inquisitivo. Mi madre le da un cariñoso abrazo y le hace un sitio a su lado en el sofá mientras yo me quedo detrás del respaldo, de pie, apoyado en él y apretando los muelles del relleno con fuerza.
Presiento lo peor y el miedo me inunda pero, al contrario que yo, Katniss luce una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Cómo va eso? -les grita a los profesionales en tono alegre.
Se puede apreciar el cambio en el rostro de Peeta, que pasa de temor a incredulidad; aunque supongo que ese cambio también ha sido evidente en mis facciones.
¿Qué es lo que Katniss pretende? ¿Unirse a los profesionales? No. Seguro que ella nunca se uniría a ellos. Pero entonces... ¿porque no muestra el más mínimo temor estando completamente acorralada, sin ningún arma exceptuando un cuchillo?
-Bastante bien -responde Cato claramente asombrado -. ¿Y a ti?
- Un clima demasiado cálido para mi gusto -responde, provocando un ataque de risa en Claudius, Caesar y la multitud del Capitolio que han enfocado en la pantalla -. Aquí arriba se respira mejor. ¿Por qué no subís?
Definitivamente, el humo le ha afectado. ¿Qué pretende con esto? ¿Quiere mostrarle a su hermana en directo como la matan?
- Creo que lo haré.
- Toma esto, Cato -dice Glimmer, ofreciéndole el arco plateado y el carcaj de flechas que Cato rechaza añadiendo que prefiere utilizar su espada, que lleva colgada de su cinturón.
Cuando Cato comienza a subir al tronco, Katniss se pone en posición y continua trepando ágilmente. Nunca he podido evitar pensar que se parece a una ardilla, con esos movimientos gráciles que la hacen trepar tan alto que incluso yo siento vértigo mirándola desde el suelo; por la forma en la que corre sobre las ramas, hasta por las más finas, debido a su práctica y a su peso. Su peso... Yo no puedo trepar tan alto como ella debido a mi peso, y cada uno de los profesionales debe de pesar el doble que yo. La tranquilidad de Katniss en este momento se debe a que sabe que ni siquiera el más pequeño de los profesionales logrará subir tan alto como ella, ya que las ramas se quebrarán en cuanto estos las agarren.
Y eso es lo que le ocurre a Cato, que acaba de caer de espaldas sobre la arena. Se levanta de un salto y comienza a gritar palabrotas y a gruñir como un perro rabioso. La risa casi se me escapa al verle, pero al reparar en sus ojos furiosos y asesinos esta vuelve a esconderse muy dentro de mí.
Glimmer tampoco consigue subir al árbol, ya que las ramas vuelven a quebrar a su paso.
Katniss ya se encuentra a unos veinticuatro metros de altura cuando comienzan los intentos fallidos de acertarla con flechas.
Cuando se cansan, enfurecidos, se agrupan y gruñen conspiraciones entre ellos.
- Venga, vamos a dejarla ahí arriba. Tampoco puede ir a ninguna parte; nos encargaremos de ella mañana -la voz de Peeta suena dura, aunque su rostro expresa debilidad, pero los profesionales están tan furiosos que no parecen percibirlo.
Finalmente, deciden hacer caso de Peeta y se tumban en sus sacos para dormir. En ese momento, todo está inundado por un silencio que parece inquebrantable, salvo por los enloquecidos latidos de mi corazón, en los que no había reparado hasta ahora, y que me retumban como sordos martilleos en mis oídos.
Por fin suelto el respaldo del sofá, en el que se han quedado grabadas mis manos, y voy con paso torpe a la cocina. Bebo agua, contando y esperando a que mi respiración se normalice. Sólo puedo pensar en lo larga que va a ser la noche.

martes, 18 de septiembre de 2012

¡DVD de LJDH!

Hoy día 18 de septiembre, por fin sale a la venta en España el DVD de Los Juegos del Hambre. ¿Emocionados, tributos? *-*



viernes, 14 de septiembre de 2012

Capítulo 23

Prim deja de llorar y se gira. Una expresión de alegría y desconcierto inunda sus delicadas facciones. Las letales llamas que hace apenas unos segundos ardían recorriendo media arena, ahora están completamente extinguidas. La única prueba de que estas han existido realmente son los troncos de los árboles y las hojas de los arbustos, que ahora están completamente abrasados.
Katniss se pone en pie a la vez que Prim se sienta en el regazo de su madre, aunque aún me aprieta con fuerza la mano.
Katniss se aleja cojeando hasta llegar al estanque que esa misma mañana había encontrado. Cuando su quemada piel entra en contacto con la tibia agua, su cara refleja el inmenso alivio que siente.
Poco a poco, la atmósfera de tensión que inundaba la habitación se relaja y Prim afloja la presión que ejercía contra mi mano, pero sin llegar a soltarse.
El alba comienza a despuntar y los cálidos y dorados rayos del sol penetran por las ventanas de la casa y comienzan a dar luz a la oscura y tenebrosa arena.
La mayor parte de los tributos han sufrido las consecuencias del incendio. Entre los tributos afectados se encuentran los profesionales y Peeta; Rue, la pequeña niñita del Distrito 11; y otros de los que no consigo recordar el nombre: el chico del 3 y la chica del 5, de la que no puedo evitar pensar que se da un aire a una comadreja.
Me despido de Prim y su madre y me voy a casa, porque el dolor de cabeza vuelve. Cuando llego, siento como mi barriga ruge y me preparo el desayuno.
Pienso en quedarme en casa y faltar a clase, porque realmente siento como si la cabeza me fuera a estallar, pero pienso que seguramente se me pasará a lo largo del día.
Cuando estoy abriendo la puerta para salir, me acuerdo de Prim y vuelvo a la cocina. Abro el armario de la comida y lleno una bolsa con gran parte de lo que cacé ayer y, de camino a clase, se la llevo a su casa.

Cuando entro al aula, la rutina de cada mañana se repite: nos sentamos y el profesor enciende el televisor.
Durante el largo día los tributos heridos se dedican a intentar curar sus heridas en los estanques; y los profesionales, cuando el sol lleva más de medio camino de su recorrido y han curado gran parte de sus quemaduras con las medicinas, comienzan con su habitual ronda de caza.
Cuando van caminando por entre los densos árboles, tropiezan con el chico del 3. Cato lo tira al suelo con fuerza y prepara su espada para rebanarle el cuello con un solo movimiento.
-¡Espera! -grita el chico con un auténtico deje de desesperación; tanto en sus ojos, como en su voz.
Cato hace caso omiso del chico y se gira hacia los demás, que lo vitorean y lo animan para que dé el golpe de gracia que acabará con la vida de ese pobre muchacho.
-¡Puedo ayudaros! -insiste.
-¿En serio crees que tienes algo que pueda servirnos, Distrito 3? -le espeta Cato con ojos llameantes de furia.
-¡La torre de provisiones! -chilla el chico.
-¿Que pasa con la torre? -pregunta Glimmer a modo de burla.
-¡Sé como protegerla!
-Está bien protegida -asegura Cato, que tiene los ojos brillantes de nuevo.
-¿Más que si estuviera rodeada de minas?
Todos los profesionales se miran sorprendidos y Clove se abalanza sobre el chico y  presiona un cuchillo en su cuello, haciendo correr por su garganta un hilo de sangre.
-¿Puedes hacer eso?
-Si me dejáis vivir, sí.

Una vez en el campamento de los profesionales, que estaba vigilado por Peeta, el chico del 3 comienza a escarbar alrededor de las placas por las que los tributos salían a la arena. Extrae algo que hay debajo de la tierra y lo vuelve a enterrar alrededor de la torre de provisiones.
-He vuelto a activar las minas que había alrededor de las placas y las he enterrado alrededor de la torre. Si alguien se acerca, volará en mil pedazos y se convertirá en cenizas -explica.
Marvel, Glimmer, Cato y Clove se miran satisfechos; mientras Peeta y la chica del 4 hablan apartados del grupo.

Cuando toca el timbre que anuncia el fin de las clases, me arrepiento de no haberme quedado en casa. Estoy física y mentalmente agotado y si a eso le sumamos que mis sienes están a punto de reventar...
Cuando llego a casa, mis hermanos están jugando en el salón, pero al ver mi pálido rostro, me dejan el sofá libre para que pueda tumbarme. Mi madre, que estaba en la cocina, se acerca con hielo envuelto en un paño que me pone en la frente, que hace que, al cabo de unos minutos, me sienta mucho mejor; aunque el cansancio no remita, así que cierro los ojos y dejo que la inconsciencia me lleve con ella.
Cuando despierto, tres pares de ojos me contemplan muy fijamente, a pocos centímetros de mi rostro.
Del sobresalto, echo todo mi cuerpo hacia atrás y casi me caigo de bruces al suelo. Los tres comienzan a reírse. A Rory incluso le cae alguna que otra lágrima de la risa.
Paso el resto de la tarde con ellos, ya que en estos últimos días he estado tan preocupado por los Juegos que no he tenido tiempo para mis hermanos. Pero en esas horas, toda preocupación desaparece y la suplanta una tan extraña como bienvenida felicidad. Pero por la noche, esta se esfuma como si no hubiera estado; como si estas pocas horas de liberación no hubieran existido. Y es que, los profesionales, la han encontrado.